En la actualidad, la humanidad se está enfrentando a una crisis ecológica de terribles dimensiones. La contaminación, el agotamiento de los recursos naturales, la extinción de especies y la destrucción de los ecosistemas son serios problemas está confrontando la especie humana.

 

 
Por esta razón, es alarmante la poca atención que le prestamos a estos problemas. La mayor parte de la sociedad actúa como si la crisis ecológica no existiera y precisamente ese es el problema más inquietante. En al ámbito académico y en general en el mundo de la cultura existe una gran indiferencia. Los ingenieros, economistas, científicos, juristas, escritores, artistas, humanistas, periodistas y editores son personas que han recibido una buena formación y deberían comprender mejor la gravedad de este problema. Ellos podrían ayudar de manera significativa estudiar la crisis ecológica, divulgarla al resto de la sociedad y buscar soluciones. Bien es cierto que una minoría hace una aportación enormemente valiosa. 

 

  
En mi opinión una de la causas fundamentales de esta indiferencia es nuestra carencia de visión global. Hoy en día, en los controles cuantitativos de productividad prevalece la velocidad sobre la cualidad. El ser humano está sumergido en una enloquecida carrera hacia delante en la cual se ve presionado a producir más en menos tiempo. Los investigadores se ven obligados a publicar cada vez más artículos para que logren cada vez más citas, para que dirijan cada vez más tesis doctorales, que deben realizarse cada vez en menos tiempo. Pero la pregunta es: ¿quién tiene tiempo o energías para leer nada que no pueda ser usado directamente en la propia investigación? El resultado es que cada vez tenemos más artículos publicados, y sin embargo, la visión de la realidad se descompone en fragmentos diminutos que ya nadie puede hilar. 

 

Los especialistas en ética conocen a fondo las grandes teorías sobre la justicia, pero si quieren aplicarlas a la crisis ecológica necesitan colaborar con los científicos. Los biólogos estudian la extinción masiva de especies, pero necesitan a los economistas para entender la dinámica del capitalismo enloquecido que las destruye. Los economistas pueden comparar sistemas económicos distintos, pero necesitan acercarse a la ética y las ciencias políticas para buscar los más justos. Y así sucesivamente. Solo si hay trabajo en equipo desde todas las disciplinas será posible entender la crisis ecológica y tratar de remediarla. 

 


Otra razón fundamental por la cual el mundo de la universidad y la cultura no se toman la crisis ecológica en serio es la creencía de que el ser humano es la cumbre de la creación. Pero enfrentarnos a la crisis ecológica significa, en primer lugar, asumir nuestro fracaso como especie racional. La crisis ecológica no es el resultado de un meteorito o de un virus, sino un producto nuestro. En vez de haber entregado nuestra inteligencia a cuidar del planeta, lo que estamos haciendo es destruirlo. Será, pues, que no somos tan inteligentes, ni tan sensibles, ni estamos tan llenos de amor y espiritualidad. Y enfrentarse a eso sería tanto como desmontar todo el sistema que hemos levantado sobre la suposición de nuestra superioridad como seres humanos.

 


Ya nos resulta muy difícil asumir el daño que nos causamos entre nosotros. Colonialismo, genocidios, sistemas esclavistas, guerras y dictaduras son temas sorprendentemente poco estudiados. Al ser humano le resulta difícil admitir que no solo está destruyendo a su misma especie sino el planeta entero. Para lograr que la mayoría de las personas del mundo de la cultura se dedicaran a estudiar la crisis medoambiental y a buscar soluciones inmediatas primero tendría que tragarse la supuesta superioridad humana y repensar nuestra especie de manera diferente. Tendría que entender que dedicamos nuestra inteligencia a destruir otras especies inteligentes y a arrasar un planeta bellísimo, rebosante de tesoros y maravillas, por el que deberíamos dar gracias, y sin el cual no podemos vivir. Reconocer el fracaso de nuestra especie obligaría a transformar completamente todos los programas de estudios desde primaria hasta el doctorado. 

 


Sin embargo, debido a que asumir ese fracaso nos resulta muy difícil, la solución por la que se opta es, simplemente, dejar las cosas tal como están, y mirar hacia otro lado. Por supuesto, eso solo empeora la situación. Mientras no hacemos nada para frenarla, la crisis ecológica se agrava, y por tanto el fracaso de nuestra especie es, cada día que pasa, todavía más terrible. Si seguimos empecinados en creernos superiores, nuestra civilización acabará derrumbándose. Si, en cambio, nos reconocemos humildemente como un animal más en este planeta y aprendemos a convivir con el resto de especies, si asumimos nuestros errores, rectificamos, cambiamos nuestra forma de vida y tratamos de reparar el daño causado, si nos reconciliamos con la naturaleza, tendremos la posibilidad de disfrutar de la vida en un planeta bellísimo, de vivir en paz con la naturaleza y con nosotros mismos. Si fuéramos un poco más humildes, si aceptáramos nuestra finitud, todo sería infinitamente más fácil.

 

Deslumbrante Física cuántica
La fatal indiferencia ante la crisis ecológica
 

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Viernes, 22 Noviembre 2024
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